viernes, 9 de noviembre de 2012

Personalidad y muerte (ensayo)

Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez

 
 
[Parte del contenido de mi tesis de grado, cuya versión inicial culminé en Envigado (Antioquia) en abril de 1997. Gratamente parte de su contenido fue acogido por nuestro presidente Juan Manuel Santos Calderón, como aparece al final de este blog.]
 

Mediados de 1997

 
     El hombre es un ser histórico, un ente que de diversas formas perdura luego de la muerte: permanece en los recuerdos que poseen las personas que le fueron más allegadas; su imagen subsiste en fotografías y pinturas; sus pensamientos, ideas, así como la descripción de sus emociones y sensaciones persisten en los textos que redactó; sus caracteres biológicos generales sobreviven en sus parientes sanguíneos a través de factores genéticos; sus habilidades resaltan en las diversas empresas que  emprendió, más aún cuando le sobreviven. 

     Es importante señalar que cada uno de los elementos mencionados es idóneo sólo para expresar una parte de la personalidad del autor; así, una pintura abstracta vislumbrará sus habilidades pictóricas, su conocimiento de las distintas escuelas, etc. Un poema o una novela nos evidenciaran su conocimiento del lenguaje, sus gustos e influencias literarias, las interioridades de su estilo, y otra serie de factores relacionados. Una fotografía nos revelará los rasgos del fotografiado, su tipo racial, su edad para la época, su forma de vestir...
 

Roberto Gómez Bolaños, creador del Chavo del 8
          
     En griego la palabra persona  equivale a máscara. La personalidad, como lo enseñan la psicología y la antropología, es un producto cultural, es un todo compuesto de muchos elementos, es un objeto de nuestra propiedad. Es aquella máscara que nos creamos a nosotros mismos, que cubre lo que somos. Si bien indica parte de lo que somos, no revela lo que está detrás, pues está hecha para cubrir. Tengamos cuidado de no confundir, como los juristas, la caparazón de barro que cubre el rostro con la vida indómita que bulle detrás. Por ser objeto la personalidad sobrevive al sujeto que fallece, lo sobrevive a través de todas aquellas huellas que hacen del hombre un ser histórico. Nuestra personalidad es nuestra más elaborada y valiosa propiedad. 

¿Cuándo tiene lugar la necesidad de protección de la intimidad a la que hacen referencia los juristas? Cuando terceros se apoderan de elementos de la vida privada del sujeto -de parte de su personalidad- y los usan sin su autorización, a veces únicamente tomando conocimiento de los mismos. Esto ya otorga a tales conductas el carácter de injustas, sin que se precise el acaecimiento de un daño moral al sujeto o que los bienes usurpados tengan alguna trascendencia comercial  (algunos ni siquiera se manifiestan en el plano físico). ¿Tal apoderamiento requiere que el sujeto esté vivo? : No.



"...a la Memoria del Muerto..."

 
 
     Como memoria del difunto entiendo esa serie de recuerdos que poseen las distintas personas que de una u otra forma lo conocieron en vida. El derecho a que sea respetada la memoria del muerto existe para ser solicitado por una persona (quien se considere “familiar”-a quien le interese-), a lo sumo, respecto a quienes estén moralmente obligados a tal respeto -los que fueron “familiares” y amigos del fallecido-. Esta norma moral, pienso, tiene por finalidad lograr el eterno descanso del difunto. 

     El respeto a la vida privada por su parte, es exigido por distintos ordenamientos jurídicos; si la vida privada pervive a la muerte de una persona como lo señala Mendoza, habrá de ser porque en resumidas cuentas se reduce a un conjunto de bienes.; la finalidad de la norma jurídica en este caso es impedir que otros hagan un uso no debido de dichos bienes. El doctrinante señala que la naturaleza del “derecho de intimidad” es la de una forma de derecho de propiedad y que “entra, por consiguiente en el radio de los derechos económicos”.


Comentario

     Tengo por muy grato y alhagüeño para mí el hecho de que el presidente de nuestro país, Juan Manuel Santos Calderón, hubiera retomado algunos de los postulados contenidos en este ensayo cuando en octubre de 2014 rememoraba al desaparecido Gabriel García Márquez,  durante la ceremonia de entrega de la primera edición del Premio de Periodismo que lleva el nombre de nuestro nóbel de literatura. Tal vez sea una "coincidencia", o muchos piensen que las ideas de mi texto son "muy obvias", sin embargo, cuando las escribí en el año 1997 iban en contracorriente de las tesis jurídicas preponderantes. Este es el link de su alocución:

 

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